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jueves, 11 de octubre de 2012

12 de Octubre



El 12 de octubre es el Día de la Hispanidad o la también denominada Fiesta de España. Yo creía que eran los toros, pero oye: yo sólo soy un humilde bloggero que se limita a decir lo que piensa, y no pretendo aleccionar a nadie.
Que cada nación tenga su día concreto del orgullo patrio es algo tan normal como que cada persona celebre un día determinado su propio nacimiento. Estas fechas se establecen por motivos históricos puntuales y suelen estar precedidos por acontecimientos muy importantes. Lo que España reconoce en esa fecha es el descubrimiento de América, nada más y nada menos. (Lo curioso es que el continente lleve el nombre por Américo Vespucio)
Esto me lleva irremediablemente a recordar a todo el mundo que lo que celebramos, en realidad, es creer que se había llegado a la India a través de una ruta alternativa. O sea, que España celebra el despiste y la ignorancia: el no saber hacia dónde va ni de dónde viene. Muy español, si nos paramos a pensar.
Lo cierto es que históricamente el descubrimiento de América es algo muy importante porque era una cuestión de tiempo que alguien se topase con algo que llevaba ahí desde el principio de los días, pero fueron nuestros antepasados y no los de otros y eso es digno de mención. Nosotros fuimos allí y enseñamos a los lugareños las bondades de sus nuevos líderes. Nuestra religión, nuestra lengua, leyes… Resumiendo: les “españolizamos”. Y pensar que quinientos años después sigue estando tan arraigado este tema, me llena de orgullo. Lo que no me explico es porqué lo celebramos nosotros y no se nos suman los países a los que tanto se les aportó.

Pero no voy a esto. Lo que me llama la atención es que, al mismo tiempo, sea el Día de las Fuerzas Armadas.
No voy a hacer una reflexión al uso sobre Tólstoi, margaritas en el agujerito de las escopetas o los hippies, el amor y la maría…
Yo quiero reflexionar sobre el uso y sentido del ejército en España en pleno año 2012. Como la intención es mirar hacia delante, y no quedarme en este año, mejor enfocarlo al Siglo XXI.

La idea de tener un ejército profesional es una evidente mejora de lo que había hace unos años, cuando yo tenía edad para hacer el servicio militar y del que conseguí escabullirme (demostrando sin duda que estaba más que justificado que no necesitaba hacer dicho servicio al dominar el magnífico arte del escaqueo). Si hablamos de defender la patria, lo suyo es dejarlo en manos de personal preparado, con vocación y profesionalidad. Algo tan serio no se puede dejar en manos de post adolescentes enfadados que únicamente piensan en tocarle el culo a las chavalas y que están resentidos con esa patria que les obliga a hacer el paripé con un Cecme en mal estado.
Lo que yo no entiendo muy bien, por eso de no haber hecho la mili, supongo, es la rutina de un profesional: de un soldado. Me pregunto qué hace al cabo del día (o sargento, si tiene rango) un profesional de la defensa del país. Como no estamos en guerra con nadie, supongo que estará de “maniobras”, afinando su puntería, limpiando carros blindados o poniendo a punto su fusil. Digo yo que hay que mantener la maquinaria bélica bien engrasada y nada mejor para ello que nuestros soldados estén en plena forma. O sea, que hay gente que cobra por jugar al Paintball. O a Softball, que para esto hay mucha división.
Oye, qué chollo, ¿no? Levantarse por la mañana, desayunar, hacer el petate (nunca mejor dicho) e ir a pegar unos tiros con los colegas. Tiene que dar mucho gustito poder decir a un compañero: “Meencanta el olor a pintura por la mañana. Huele a… Victoria”. Si no dices eso, no eres un jugador de Paintball. Esto y sólo esto es lo que hace que me decante más por esta modalidad ante el Softball. ¿Qué chascarrillo se usa con el último? Ninguno, que yo sepa. Además, con la pintura todo es más legal y aséptico. No hay lugar a la trampa.
Después de hacer la gracia, me voy a poner serio.

No veo sentido a derrochar el dinero en un armamento que no sirve para nada y en tener a gente mirando a las musarañas (o al menos dar esa sensación). No somos un país beligerante. Lo único que hacemos es sacar de paseo todo nuestro arsenal una vez al año y hacer demostración de fuerza. El paripé, que se suele decir. Un vano intento por demostrar lo necesario del ejército. Creo en la necesidad como concepto, pero no de la forma que está enfocado.
No necesitamos, para nada, un ingente número de carros blindados, tanques, aviones supersónicos, bombas de racimo, subfusiles, bazookas, helicópteros, ni armas de asalto. Así lo único que hacemos es acumular arsenal que tarde o temprano quedará obsoleto, mientras nuestra educación y sanidad se ven afectadas por los recortes y seriamente comprometidas.
Tal vez va siendo hora de utilizar el ejército para servir al pueblo y no para “defenderlo”. Aparte de la preparación en tácticas de combate, asalto, sitio, y demás, lo lógico, creo, sería enseñar a nuestros soldados en materia de rescate civil, extinción de incendios, preparación ante posibles desastres climatológicos… etc. Prefiero saber que tengo a un buen número de ciudadanos preparados para rescatar gente en la alta montaña, expertos en apagar fuegos o abrir cortafuegos, gente formada en la búsqueda y rescate de personas ante riadas, volcanes o terremotos, que echarme a temblar cada vez que alguien habla de “ejército”. Y más ahora. Siempre se habla del ejército en estos términos, pero si nadie tiene esa primera imagen al hablar ellos, tal vez vaya siendo hora de hacer un lavado de cara y verdaderamente enfocarlo a las necesidades de la población.
¿Y si invertimos el dinero destinado a armamento en la compra de material destinado a rescate? ¿Y si enfocamos todo esto de otra manera? Tal vez no sea el más indicado por desconocimiento. Procuro aportar ideas, nada más.

Que me puedo estar equivocando, está claro. Pero mi conciencia me sigue diciendo que no tiene mucho sentido malgastar el dinero en algo que no vamos a utilizar.
Otra cosa es que me digan que, para amortizar todo esto, le vamos a declarar la guerra a algún país con el fin de expoliarlo. En ese caso, aunque estoy en contra de la guerra, al menos sabría que los militares se están ganando el pan y están haciendo su trabajo: la guerra. Que yo personalmente, en el hipotético caso de mostrar una actitud beligerante, empezaría por países pequeños y que planteen un reto a nivel sparring. Algo así como el equivalente al nivel “fácil” en el Call of Duty. Para ir poco a poco y avanzando con confianza. Y luego, pues ya iremos a por un pez más gordo. Ya se hizo un amago con lo de Perejil y una posterior incursión en Irak con el primo de Zumosol al lado, eso sí.

Al mismo tiempo conseguiríamos aunar el Día de la Hispanidad, el Día del Pilar, la Fiesta Nacional y el Día de las Fuerzas Armadas, quedando así unificado en un único concepto como es “Españolizar”. Y así el significado queda claro y todos tenemos algo que celebrar en común. Más que nada porque, ahora mismo, la gente se pierde: no sabe qué celebrar. Y así hacemos un lavado de cara con eso de “españolizar”, que ahora mismo, pues como que de la noche a la mañana a todos nos inspira cierto sentimiento casposo y rancio.

Al margen del humor, la reflexión que me gustaría que quedara es que no tiene mucho sentido que tengamos un Ejército, que al fin y al cabo es una herramienta, si no vamos a ser capaces de adaptarla y aprender a usarla. No tiene sentido invertir en algo que no renta.

Renovarse o morir, dicen.

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