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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Independencia Pt. 3

Ya empecé todo esto hace tiempo con dos (Pt. 1 y Pt. 2) entradas y ahí lo quise dejar, porque creo que mis ideas quedaron reflejadas con claridad. Me rondaban más pensamientos, como apéndices de un atlas, que se querían arrimar y matizar lo expuesto, pero no encontraba el sentido a continuar algo que ya había quedado debatido. Al menos desde mi punto de vista.

Ahora todos nos preguntamos qué va a pasar, y el debate está en la calle, con la cadena humana y el 11-S y porque en su momento CIU ganó unas elecciones a golpe de estelada y, a día de hoy, acercándose 2014, da la sensación de que la promesa electoral de la consulta se les atraganta.
Porque, si de algo hay certeza, es precisamente de la incertidumbre. Se dijo en su día algo que ahora nadie sabe en qué va a quedar. Tal vez más palabras, que solapen las anteriores. 
El recurso político de "Tú, di lo que quieren oír ahora, y ya iremos improvisando".

Al margen de que este tema es un arma arrojadiza para distraer de problemas reales (que no quiere decir que este no sea una inquietud real) como los que hacen que el electorado castigue y no como este en cuestión, que hace que se ganen elecciones.

He llegado a la conclusión de que el nacionalismo es una cuestión económica. 

No es solo dinero, porque es cierto que hay un sentimiento, pero el debate gira en torno a ciertos problemas que están bajo la jurisdicción de la economía:
  • Si Cataluña tuviese una gestión absoluta sobre los impuestos, el debate se acabaría. Dinero.
  • Como trabajadores, si el sueldo, en vez de ser de mil euros, fuese de tres mil, el debate se acabaría. Dinero.
  • Organizar eventos carísimos para apoyar el sentiento independentista en plena crisis, es un argumento que los no independentistas esgrimen con razón. Dinero.
  • Hace diez años, antes de que la crisis se alojara en nuestros corazones (y bolsillos), la fuerza independentista era muchísimo menor, ya que todos teníamos trabajo y no nos preocupaba (tanto) todo esto. Dinero.

Pero no es solo una cuestión de independencia en Cataluña. Es el nacionalismo: es la vacuna contra el hastío que produce tener problemas sociales, económicos y políticos. 
Es el Peñón de Gibraltar catalán. Ambos salen a relucir de forma cíclica cada determinado tiempo, y que suele coincidir con las crisis.
Creo que la política consiste en desviar la atención de los problemas reales.
No hemos sido capaces de parar la reforma de educación o sanidad y los mismos que hicieron esos recortes, dejaron muy claro que seguirían haciendo esos recortes si ganaban las elecciones. Y las ganaron.
Y ahora, esos mismos políticos, que ganaron las elecciones con la promesa de una consulta popular (que no han prometido la indepencia, como es lógico) y durante los últimos días dejan entrever que... bueno: que, hablando coloquialmente, tal vez no se atrevan a llevar hasta el final el tema de la consulta.
Yo no me pronuncio, aunque sí digo que, como demócrata convencido, creo que es el pueblo el que debe elegir su destino. Votar cada cuatro años a los políticos que van a elegir nuestro futuro, no me parece democracia.
Curiosamente, hoy mismo (día 10 de septiembre), me he enterado de que Oslo, la capital de mi amada Noruega, ha decidido presentarse como ciudad candidata para los Juegos de Invierno de 2022. Lo llamativo no es que lo hayan decidido, sino que no lo han decidido sus políticos basándose en la proyección económica o la inyección de visitas que pueda dar a la ciudad, sino que lo han dejado en manos del criterio de la ciudadanía. Han puesto urnas en los colegios electorales y han movilizado a sus ciudadanos para que se expresen. Han dejado la libertad y la responsabilidad en manos del pueblo.
Democracia.
Aquí tenemos políticos que... Bueno: ya sabéis.

¿Que hay algo más allá en este tema?, sin duda. En este tipo de debate siempre hay un motivo puro, y eso es lo que hay que respetar, desde dentro y, si se quiere abordar con sosiego, desde fuera. Pero el debate y el diálogo se tiene que gestar desde dentro. Por lo general se suele discutir con la parte contraria y que está fuera de Cataluña. El debate es -o, debería ser- interno. Hay que establecer un rumbo y perseguir el objetivo. La solución no pasa por establecer un punto de partida, con destino indeterminado y defenderlo a ultranza sin saber dónde te va a llevar. 

Porque... ¿Se puede hablar de la independencia sin fijar el cómo? ¿Es lícito llamar a las urnas a un pueblo para que decida su independencia sin darles toda la información? 
Quiero decir que, si me exponen que voy a pertenecer a otro país de la noche a la mañana, digo yo que habrá letra pequeña. 

-Salario mínimo.
-Constitución.
-Leyes.
-Gobierno y sistema político y electoral.
-Sistema educativo.
-Sistema sanitario.

En definitiva: las cosas que hacen un país.

Y mi pregunta es: ¿Iba a cambiar algo?

Una cosa es que no te sientas identificado con la política de tu país, con sus políticos, con sus afirmaciones o con el sistema en el que pululan y del que viven; otra cosa es que no te sientas identificado con la idiosincrasia de otras zonas o regiones de tu país; otra, que estés hastiado de la situación por la que se está pasando y que quieras tomar las riendas de la posible solución; otra es que tu posición se vea espoleada por opiniones ajenas y que te ofenden; otra que sientes que no perteneces al entorno que te rodea y quieras pertenecer a algo que quieres construir por tu cuenta; otra que quieras tener el control financiero de tu región y su gestión... Hay muchas razones para sentirte distinto.




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