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domingo, 15 de abril de 2012

Paletos y provincianos


Paleto es el insulto de la España del siglo XXI. Es el insulto por excelencia porque, si algo goza en este momento de la hegemonía en este nuestro país, es precisamente este insulto.
En España, donde insultar es el deporte más practicado y estudiado (el más seguido es el fútbol, a Dios gracias), la palabra “paleto” tiene un cariz que otros no tienen y es que se ha extendido cual virus que consigue acceder a cualquier rincón inaccesible. Al no ser una palabra que haya llegado a caer en desuso, su etimología y significado carece de ambigüedad, a la par que no es necesario haber tenido que consultar demasiados libros para llegar a dominar su uso y, por tanto, no es exclusivo de un determinado estatus social. Esto no quita que leer libros sea algo bueno y, si por un casual esto lo están leyendo niños, desde aquí me comprometo a fomentar la lectura, algo que sin duda estoy haciendo al escribir.

Paleto es una palabra que usa cualquier individuo para desvirtuar los argumentos del otro. No importa la raza, credo o condición del consumidor: basta con articular la palabra "paleto" y, automáticamente, la contienda dialéctica esta ganada. Lo bueno de este insulto es que no importa el carácter de lo que estés defendiendo porque, si tras un largo periodo de tiempo tratando de defender tus argumentos, tu adversario no claudica, sólo es necesario sacar el comodín de la palabra mágica para, como mínimo, mermar la capacidad locuaz del que trata de defender sus ideas, opuestas a las tuyas. Si su experiencia en la retórica no es muy ducha, con toda probabilidad no haya necesidad de gastar mucha más saliva. Si es alguien como, por ejemplo, un político experimentado o alguien con un gran dominio de las letras, hay que andarse con cuidado, porque hacer uso de este comodín en dichas circunstancias es como herir a una bestia. En toda contienda hay que medir al contrincante antes de ejecutar la estrategia.
La puntilla, para humillar completamente a la oposición en el primero de los casos anteriores o para abrir la caja de Pandora en el segundo, es utilizar la coletilla “casposo”. Un contrincante inexperto se pondrá rojo, estallará lleno de cólera y perderá los papeles. Otra opción es que se retire al rincón más cercano y solloce hasta quedarse dormido bajo sus propias babillas. Estas reacciones dependen de su propensión a la violencia.
Si por el contrario es un digno rival y domina el arte de la palabra, la oratoria y es vehemente al defender sus principios, depende de ti retirarte con cierta dignidad poniendo un punto y final a tu exposición y abandonando el lugar con premura.

Si en algo somos expertos en España es en estar completamente estancados en antiguas tradiciones, que defendemos apelando al arraigo. Criticamos cualquier cambio y nos negamos categóricamente a copiar algo que venga de un país extranjero si con ello podemos mejorar como sociedad. Si es algo negativo, pero a alguien le reporta beneficios, entonces lo abrazamos y lo hacemos nuestro, porque criticarlo y combatirlo pasa a ser una actitud que tildan “de paletos” para aplacarnos y, como no queremos ser paletos, nos quedamos quietos y sollozando en un rincón.
De este modo, llevamos oyendo aquello del “Sistema educativo finlandés” desde prácticamente el inicio de la democracia. Noruega encontró petróleo en los años setenta y el estado, de forma automática, se apropió de los yacimientos para crear una sociedad mimada hasta el hartazgo. En 2005 se presentó ante el parlamento una propuesta para que el sueco fuera declarado el idioma oficial del país, pero finalmente fue rechazada y tener un total de seis idiomas oficiales en una población de poco más de nueve millones de personas no les supone un problema. Islandia… bueno, me callo, no vaya  a ser que me tilden de paleto con tanta comparación.

Paleto es todo aquél que pretende cambiar las cosas o el que queda estancado en el pretérito; es aquél que observa un lienzo en blanco, colmado de admiración y el que no ve nada especial en su vacío.

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