Que el
futuro es incierto ahora mismo no creo que nadie lo discuta. Podríamos debatir
largo y tendido sobre la forma de salir de la crisis; sobre las formas erróneas
que exponen otros sobre cómo salir de la crisis; sobre lo endémico de las
crisis en el sistema económico actual debido a cómo se ha salido de anteriores
crisis… etc. Al menos ahora mismo. En agosto volverá a empezar la liga y
entonces tendremos algo con que rellenar los silencios sociales. Ahora que lo
pienso, ¿Este año hay Euroliga? Leñe, lo tienen todo bien hilado.
El caso
es que, al margen de largos momentos de reflexión y comeduras de olla diversas,
podemos llegar a una conclusión que en parte podría calmar nuestra
incertidumbre. Tal vez no sea la solución a nuestros problemas, pero sí que puede
ayudarnos a anticiparnos en el tiempo.
Mis
nulos conocimientos en física teórica evidencian que no he conseguido viajar en
el tiempo para resolver los enigmas que ahora nos atormentan. Lo que me induce
a pensar que parece que nos atormenta más a los ciudadanos que a los políticos
de turno encargados de solucionarnos la papeleta. No es que me sorprenda, ya
que los encargados de salvarnos son los mismos que hace uno o dos años aseguraban tener
la solución a la crisis; los que se mostraban defensores de la clase
trabajadora; los que no iban a subir el IVA bajo ninguna circunstancia; los que
veían la amnistía fiscal como una absoluta monstruosidad; los que se postulaban
en contra de los recortes sociales… etc.
Que no
he inventado la máquina del tiempo, es evidente, dados mis escasos
conocimientos en lo que quiera que sea necesario para desarrollar una máquina
que pueda descomponer a las personas y volver a recomponerlas en un tiempo
diferente y sin fusionarlo con moléculas de un díptero.
Pero
aún así, echando un vistazo a nuestro entorno habitual, he conseguido esclarecer
parte del futuro que nos espera si conseguimos salir de ésta. Y en realidad no
es tan difícil: ¿Estáis preparados?
Estados
Unidos.
Es tan
obvio… Basta con ver sus películas y sus series para darse cuenta de que se
está copiando sistemáticamente el modelo norteamericano en absolutamente todo.
Socialmente,
económicamente, políticamente… en todo.
Nuestra
política es total y absolutamente bipartidista. Esto hace treinta años no era
así, aunque se empezaba a entrever. No hay nada que debilite más a un país que
dos partidos que se van intercalando en el poder y que no cambian nada, excepto
sus sueldos. Estados Unidos arrastra este problema político desde hace mucho y,
aunque lo hemos visto venir desde hacía lustros, no hemos hecho nada para
evitarlo: nuestros políticos no han sabido consensuar nada, excepto cambios en
la ley electoral para auto perpetuarse.
Económicamente,
nuestro sistema ha pasado de capitalismo a capitalismo atroz y salvaje. No
necesitamos nada, pero lo queremos todo y lo renovamos cada vez que sale un
producto “mejorado”. Costumbre importada directamente de los States. Ya no
arreglamos nada. Todo se compra nuevo. En parte porque resulta más barato, lo
que es obvio. Lo que no resulta tan obvio es el tema de la obsolescencia programada.
Socialmente
cada día nos parecemos más a la sociedad norteamericana, con más diferencias entre
los estratos, con más índice de obesidad en su población pero, curiosamente,
más preocupada por la estética. Asociado a esto podríamos decir que,
gastronómicamente nos decantamos cada vez más por lo rápido, pero nos encanta
el elitismo culinario. Mantenemos una feroz batalla por el trono gastronómico
con nuestros vecinos franceses, mientras nos han colado comida basura por el
congelador. Como no hemos sabido exigir que nuestros políticos nos cuiden y nos
han dejado a merced del sindicato del crimen (quiero decir, de la CEOE), la familia que tanto
defienden algunos, resulta que es incompatible con el trabajo. De esta manera
nos resulta más fácil recurrir al formato rápido que al elaborado. Todo es
cuestión de tiempo: ya no vemos películas ni documentales, ahora se llevan más
las series; no se leen libros, ahora hay blogs (no tengo ningún problema en
reconocerlo). No entiendo cómo han dejado que nuestro sistema social se base en
la necesidad de dos salarios mientras es incompatible con la conciliación
familiar. Por no hablar de las diferencias salariales que existen entre los que
producen con el sudor de su frente y los que se sientan en la silla a decirles
a los que producen lo mal que lo hacen.
Hemos
pasado años criticando el sistema sanitario español por las lista de espera y
mientras, en lugar de paliar las carencias, lo que nuestros amados políticos
han hecho ha sido desmantelar un sistema que busca la protección de sus
ciudadanos para transformarnos, poco a poco, en mercancía en manos de alguien
que quiere hacer dinero a expensas de nuestra salud. Mientras la gente no
entienda que ganar dinero con los enfermos va unido irremediablemente a
necesitar una sociedad enferma, no hay nada que hacer. Estamos vendidos. No
querrán curarnos jamás: nos darán un remiendo para que volvamos lo antes
posible y volver a cobrarnos por ello. Puede que intenten alargarnos la vida y
que inviertan parte de nuestro dinero en prolongar nuestra agonía con el único
propósito de alargar la sangría. Monetaria, se entiende… (me pregunto si por
eso habrán insistido tanto en inculcarnos la idea de que la eutanasia es tan
mala ¿estarán ganando tiempo?)
El caso
es que si de algún modo queremos saber qué nos depara el futuro, basta con
hacer un cálculo. Fijémonos en las series y películas norteamericanas y tomemos
notas sobre el retardo con el que se producen aquí los cambios. Hay que tener
en cuenta diversos factores, como por ejemplo lo que tarda en llegar aquí un
capítulo tras la emisión en su lugar de origen. Con eso, puedes adivinar el
modelo de móvil que se pondrá aquí de moda y que usa el/la protagonista. Lo
mismo con los coches y otros productos. El otro día me fijé en las televisiones
planas y tardé un buen rato en caer que la serie que veía tenía un montón de
tiempo. Si yo aún no tengo una es porque mi tele culona aún funciona
perfectamente y porque me sigue pareciendo carísimo pagar alrededor de 1.000 €
por una tele que me produce dolor de cabeza cuando la imagen es en movimiento
porque veo desenfoque. Tampoco tengo 1.000 € y si me compro una tele alguna vez
es porque la uso para poner algún que otro videojuego en la Xbox y porque me resulta absolutamente
necesaria para ver películas y series.
En
definitiva.
En
vista de que nunca hemos sabido defender nuestro estilo de vida (muchos creerán
que pinchar a un animal es un estilo de vida) supongo que es cuestión de tiempo
que empecemos a ganar dinero ganándonos juicios los unos a los otros. Tenemos
una enorme cantidad de abogados deseando hacerse ricos ganando juicios por cosas
que hace diez años nos habría resultado absurdo.
Que
nadie se lleve las manos a la cabeza cuando en las noticias veamos que un energúmeno
ha ganado una abultada cantidad de dinero como indemnización por haberse
quedado sin pene al introducirlo en la impresora para hacer la gracieta. “Es que, en el manual, no decía que no se
puede hacer”. Me veo comprando una película y un manual de instrucciones
interminable enumerando qué no puedo introducir en el agujerito del disco. Al
tiempo.
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